FOTO: Moncho Manso
A
medio día, del diez y nueve de mayo, cruzaba la ciudad de Burgos un borrascoso
vecino “cantabrón”; nuestro visitante más ingrato del norte, recorría todo mi
cuerpo con un tremendo escalofrío, que se me iba metiendo hasta los mismísimos
huesos.
El
viento arrecia pero cuando se pasea, no hay destino, así es que en llegando al
Paseo del Espolón, aminoro la marcha y deambulo bajo los plataneros que ya
verdeguean tímidamente con sus nuevas hojas, nacidas de su exclusiva estructura de ramas increíbles.
A
la primera vuelta del paseo, descubro a una joven arpista que se ha instalado bajo
el reloj del Teatro Principal y acaricia la melodía de un adaggietto de Mahler
que suena realmente grandioso.
Está
en la calle para regalarnos su música sin taquilla, ni caché, ni permiso, ni
megafonía, ni bambalinas, ni tan siquiera una mañana de sol. Se ha puesto al
fresco del paseo, a la sombra fría del santuario de las actividades culturales
de la ciudad, invitando al viandante a dejar sobre la alfombra de su improvisado
escenario callejero algún dinero, para resistir a su viaje aventurado e
incierto.
Yo
deposito mis monedas y aprovecho para saludar a la concertista:
-Bienvenida
a la ciudad del frío.
Ella
hace un tubo con las manos enfundadas, resopla el calor de los pulmones y lo
envía a la punta de sus dedos, que asoman por encima de unos guantes recortados.
-Ya venía preparada, pero no me esperaba este
frio- responde al tiempo que me alarga su tarjeta de visita.
-Elena,
tú tocas muy bien ¿Qué problema? continúa por favor.
Reanuda
Elena Aker su concierto con temas de Falla y Albéniz, y yo, mientras tanto,
curioseo el reverso de un C.D. que tiene a la venta en su top-manta privado, donde
figura todo su historial que, entre otras cosas, dice así: “Tiene en su haber
conciertos con diferentes orquestas sinfónicas y agrupaciones camerísticas como
Virtuosos de Moscú…”
A
ver quién da más. Ella lo da todo por su música a cambio de casi nada, y es que
hoy se ha inaugurado, con gran predicamento, La Feria Anual del Libro, que se
ha convertido en un nutrido hormiguero de público. Clausurado el acto, se han
paseado por delante de su humilde escenario autoridades políticas varias y todo
un séquito de representantes de la cultura burgalesa que, sin miramientos y a
tropel, han aligerado el paso al llegar a su altura y la han ignorado
totalmente. Ni un momento, ni una sonrisa, ni un gesto, ni unos céntimos, ni un
bravo, ni un requiebro, ni siquiera una mueca.
haber conciertos con diferentes orquestas
sinfónicas de