viernes, 15 de enero de 2016

TORERÍAS



                              
                                
                                      
                  


                              T O R E R Í A S 
                                                                                         

-Ya sabía yo que lo de estar muerto no iba a ser tan reposado y relajante como solíamos bromear en aquella otra vida los amigotes de La Peña Taurina. Ahora se me aclaran muchas cosas,  que entonces no hubiera comprendido, aunque hubiese vivido más de cien años. Yo siempre había oído aquello de: “Ahora ya descansa en paz.” “Mira, así no sufre más.”    

>>Bueno, si mi alma se hubiera ido al limbo de los justos, o al purgatorio, o al cielo, porque como infierno ya no hay por lo que dice el Santo Padre, no lo sé, pero esto de tener  el alma en pena resulta realmente penoso y muy desagradable. Es una manera de seguir sufriendo y de no encontrar la paz que tanto habían deseado para mí muchos de mis amigos. Por otro lado, tener una enfermedad incurable, dolorosa y duradera, y palmar de infarto de miocardio, es una suerte dentro de lo que cabe, aunque tenga uno que arrastrar el alma con esta cruz tan ingrata durante una temporadita… espero. 
>>Para empezar, aquel primer día en el tanatorio no apareció nadie hasta pasadas más de seis horas. A partir de las cinco de la tarde comenzaron a llegar los parientes y amigos con las consabidas frases:
-Cuánto lo siento Mari Jose, me acabo de enterar. A ver si os puedo acompañar mañana.
-¡Pobre Santos! No sabía que estuviera tan enfermo.
>>A media tarde se llenó la sala y se montó un fumadero con toda aquella parentela, hasta el punto que las señoras tuvieron que pedir por favor que se abstuvieran los del pitillo:
-¡Estos hombres! No escarmientan con el tabaco. Eso les va a llevar a todos a la Chacarita. Y si no, mira este pobre.
>>Y uno allí, aguantando el temporal... fueron pasando por delante de la vidriera todos los asistentes. La mayoría se santiguaban para rezar, otros lloraban convulsivamente y otros solamente observaban. Pero eso sí, luego todos hacían algún comentario, lo típico y lo tópico:
-Está como era él. Se nota que no ha sufrido. ¿Verdad? 
-Salud para encomendarle, y que nos espere muchos años.
-Qué pena de hombre, tan enamorado de la vida como era.
>>Sólo faltaban los amigos de la Peña Taurina. ¡Qué cabrones! Fueron haciendo el paseíllo por el escaparate, y acto seguido lo de siempre. A hablar de toros:
-Por lo visto, estaba el hombre para las mulillas.
-Sí, tenía un cornalón de caballo metido hasta la mismísima cepa, según dijeron los médicos: Mortal de necesidad.
-¡Qué buen aficionao era de verdad! Pero amigo...
-Mira, este año se va a perder las corridas de San Isidro, con las ganas que tenía de ver a Morante de la Puebla...
-Claro, y la Semana Grande y las novilladas y todas las televisadas con las mejores figuras del momento. Yo le voy a echar mucho de menos.
>>Y un servidor allí, con los dientes largos; para rematar la feria llegó Wenceslao, el que faltaba. Se plantó ante la vidriera, me dedicó un Padre Nuestro entrecortado, se santiguó y acto seguido hiló de nuevo la hebra con el tema y, con la jodida gracia que tiene, empezó el palique:
-A mí me recuerda entero a Manolete, con su escarpia aguileña, sus ojos hundidos y su pelo negro abrillantinao.
-Yo diría que a Joselito, - le replicaba su primo Pablo, el Cara Colgando.
>>Ya se estaban calentando los ánimos y el cachondeo, cuando saltó mi buen amigo Rafael.
-Pues a él le hubiera gustao parecerse a Belmonte, pero toreando. ¡Coño! Y un poco de respeto –pidió llevándose el dedo índice a los labios para zanjar la conversación.
No fue extraño el mosqueo que se cogió mi Mari Jose, la pobre. Así que, la mujer llamó al descalza muertos, y le pidió por favor que cerrase la tapa del féretro:
-Esta gente se tendrá que recoger para seguir la fiesta y hacer la ronda de vinos que tienen acostumbrada, si es que alguno no la traía hecha.
Cuando llegaron mis primos de Plasencia, ya había terminado el espectáculo y mi Mari Jose les dijo aquello de:
-Mejor que conservéis el recuerdo de cuando estaba entre nosotros.
A partir de entonces me fui perdiendo todos los acontecimientos luctuosos: la misa con su plática y sus rezos, los abrazos de amigos, compañeros, familiares cercanos y lejanos, y cómo no, los de algún enemigo distraído y morboso.
Luego, la incineración, que con el frío tan invernal que hacía, siempre es mejor una buena pira a que le entierren a uno y le dejen tan solo, sin un triste gabán ni un pequeño cobijo por humilde que sea.
>>A mi Mari Jose la dieron una urna con las cenizas, que según mis últimos deseos iban a ser esparcidas por la plaza de toros de Sevilla, La Maestranza, nada menos. Se nombró una comisión de socios de La Peña y se desplazaron para el acontecimiento El Pinto, El Carbonerito, El Wences y dos componentes de mucha solera, compañeros de fatigas y de alguna que otra juerga lejana. ¡Qué cuadrilla!
>>Sacaron los boletos para visitar el Museo Taurino que está en los bajos del graderío, y allí pudieron ver representada toda la Fiesta Nacional a través de la colección de pinturas, esculturas, carteles, capotes, muletas y trajes que se conservan y atesoran con verdadero celo e interés, hasta la cabeza de la vaca de Miura que parió a Islero, el toro que mató a Manolete, tienen allí; en el último tramo de la visita, pasaron a todo el grupo por el albero y se dieron su particular paseíllo  aventando las cenizas con cierto disimulo para no levantar sospechas; rezaron entre dientes un Padre Nuestro y a sevillanear.
>>No voy a entrar en detalles, pero se lo pasaron de puta madre a cuenta del difunto. Y me parece muy bien, yo hubiera hecho lo mismo.
>>¡Vaya! Pues parece que la familia se va atemperando y saliendo adelante. Todo el mundo consuela a mi gente con gestos lastimeros y buenos deseos:
-Pobre Mari Jose, ahora se le va a venir el mundo encima-. Comentan sus amigas, viuditas como ella, que son unas pocas.

-No sé que paga le habrá “quedao”, pero...

>>Y digo yo, que aquí el que más ha perdido ha sido un servidor. Que mi mujer seguramente se va a apañar pero que muy requetebién, ahora que me acababan de clasificar las fincas del pueblo y me habían tocado dos hectáreas urbanizables.

-Tú mamá, no te quedes en casa -la dicen mis hijos-, que eso de los lutos y las ausencias ya no se lleva. Tienes que salir y seguir viviendo. Búscate unas amigas.
>>Sí, y de paso les deja tranquilos a ellos.
>>En esta situación se me pasan los días muy despacio, aunque ya hace casi un mes que ando por el limbo este, arrastrando mi alma en pena, y estoy viendo cosas que jamás me hubiera imaginado. Mi íntimo amigo Rafael, echándole los tejos a la parienta, ya le vale, y como uno no puede estar en todo, me pega que andan medio enrrollaos y harto sea que, en un arreón de manso, no se la ha haya echao a los lomos el muy traidor.
>>Ahora, eso sí, hoy que se cumple un mes justo del entierro, me han organizado una misa de difuntos aprovechando que viene mi “cuñao”, el hermano de Mari Jose, que es Padre Corazonista y como, en su día, no pudo asistir al funeral... pues no me veas al mozo en la homilía, con el pico de oro que gasta. En efecto, ha empezado diciendo:
-Queridos hermanos:
Nos hemos reunido hoy para celebrar el sacrificio de la Santa Misa, y ofrecérsela a nuestro hermano Santos. A nuestro hermano Santos Bueno de la Iglesia. ¿Se puede ser más santo, más bueno y más piadoso con ese nombre y esos apellidos que Dios le ha dado y que le han acompañado durante su paso por este valle de lágrimas? Pues no, imposible, porque Santos ha sido...
>>Vamos, que ha soltado un panegírico que me ha puesto en el cielo.
>>¡Vaya labia! Si se hubiera dedicado al trato a estas alturas estaba amillonao, pero lo suyo es la monserga esta con la que ha concluido:
-Yo creo Mari Jose, Santines, José Mari y todos vosotros, sus amigos y parientes que habéis venido hoy a encomendarlo… yo creo que Santos está aquí con todos nosotros, disfrutando de nuestro amor y de nuestra unión en Cristo Jesús.
>>Cómo ha hablado mi “cuñao”. Seguramente más de uno ha salido convencido de que yo estaba allí entre ellos. Luego en la calle, para no variar, el amigo Wences y su primo otra vez con el cachondeo taurino:
-Qué cosa tendrán las viudas, que a los quince días de dormir solas guapean como mozas. ¿No me dirás que la dama no tiene cuatro capotazos y un par de varas?
>>Y Pablo:
-De verdad que sí, pero a ver quien le mete el capote a una vaca toreada que no derrota en tablas y se planta en los medios para ver lo que se mueve.
>>Una vez despedido el duelo, cada mochuelo se ha retirado a su olivo. Y mira por donde, un par de calles hacia arriba de la iglesia, casi se dan de morros con la parejita. Lo que yo me suponía, mi amigo Rafael y mi Mari Jose, cogidos de la manita y ocultándose en  lo oscuro para no ser vistos.
-Endica y endiquela eso Pablo -le ha dicho el Wences-, ahora sí que estoy seguro que Santos no está entre nosotros como ha dicho el arajai ese, ni tampoco va a ver a Morante de la Puebla. Lo único si le lidian de sobrero en la Semana Grande.
>>Y Pablo:
-Ya nos podemos cuidar primo.


Traducción del diccionario caló: 
Endica      =         Mira
            Endiquela=         Observa
            Arajai       =         Sacerdote, Cura 

                                                                     De mi libro Flamencos y Taurinos
                                                                     Amazón Libros.