T O R E R Í A
S
-Ya
sabía yo que lo de estar muerto no iba a ser tan reposado y relajante como
solíamos bromear en aquella otra vida los amigotes de La Peña Taurina. Ahora se
me aclaran muchas cosas, que entonces no
hubiera comprendido, aunque hubiese vivido más de cien años. Yo siempre había
oído aquello de: “Ahora ya descansa en paz.” “Mira, así no sufre más.”
>>Bueno,
si mi alma se hubiera ido al limbo de los justos, o al purgatorio, o al cielo,
porque como infierno ya no hay por lo que dice el Santo Padre, no lo sé, pero
esto de tener el alma en pena resulta realmente
penoso y muy desagradable. Es una manera de seguir sufriendo y de no encontrar
la paz que tanto habían deseado para mí muchos de mis amigos. Por otro lado,
tener una enfermedad incurable, dolorosa y duradera, y palmar de infarto de
miocardio, es una suerte dentro de lo que cabe, aunque tenga uno que arrastrar
el alma con esta cruz tan ingrata durante una temporadita… espero.
>>Para
empezar, aquel primer día en el tanatorio no apareció nadie hasta pasadas más
de seis horas. A partir de las cinco de la tarde comenzaron a llegar los
parientes y amigos con las consabidas frases:
-Cuánto
lo siento Mari Jose, me acabo de enterar. A ver si os puedo acompañar mañana.
-¡Pobre Santos! No sabía que estuviera tan enfermo.
>>A
media tarde se llenó la sala y se montó un fumadero con toda aquella parentela,
hasta el punto que las señoras tuvieron que pedir por favor que se abstuvieran
los del pitillo:
-¡Estos hombres! No escarmientan con el tabaco. Eso
les va a llevar a todos a la Chacarita. Y si no, mira este pobre.
>>Y
uno allí, aguantando el temporal... fueron pasando por delante de la vidriera
todos los asistentes. La mayoría se santiguaban para rezar, otros lloraban
convulsivamente y otros solamente observaban. Pero eso sí, luego todos hacían
algún comentario, lo típico y lo tópico:
-Está como era él. Se nota que no ha sufrido.
¿Verdad?
-Salud para encomendarle, y que nos espere muchos
años.
-Qué pena de hombre, tan enamorado de la vida como
era.
>>Sólo
faltaban los amigos de la Peña Taurina. ¡Qué cabrones! Fueron haciendo el
paseíllo por el escaparate, y acto seguido lo de siempre. A hablar de toros:
-Por lo visto, estaba el hombre para las mulillas.
-Sí, tenía un cornalón de caballo metido hasta la
mismísima cepa, según dijeron los médicos: Mortal de necesidad.
-¡Qué buen aficionao era de verdad! Pero amigo...
-Mira, este año se va a perder las corridas de San
Isidro, con las ganas que tenía de ver a Morante de la Puebla...
-Claro, y la Semana Grande y las novilladas y todas
las televisadas con las mejores figuras del momento. Yo le voy a echar mucho de
menos.
>>Y
un servidor allí, con los dientes largos; para rematar la feria llegó
Wenceslao, el que faltaba. Se plantó ante la vidriera, me dedicó un Padre
Nuestro entrecortado, se santiguó y acto seguido hiló de nuevo la hebra con el
tema y, con la jodida gracia que tiene, empezó el palique:
-A mí me recuerda entero a Manolete, con su
escarpia aguileña, sus ojos hundidos y su pelo negro abrillantinao.
-Yo diría que a Joselito, - le replicaba su primo
Pablo, el Cara Colgando.
>>Ya
se estaban calentando los ánimos y el cachondeo, cuando saltó mi buen amigo
Rafael.
-Pues a él le hubiera gustao parecerse a Belmonte,
pero toreando. ¡Coño! Y un poco de respeto –pidió llevándose el dedo índice a
los labios para zanjar la conversación.
No fue
extraño el mosqueo que se cogió mi Mari Jose, la pobre. Así que, la mujer llamó
al descalza muertos, y le pidió por favor que cerrase la tapa del féretro:
-Esta
gente se tendrá que recoger para seguir la fiesta y hacer la ronda de vinos que
tienen acostumbrada, si es que alguno no la traía hecha.
Cuando
llegaron mis primos de Plasencia, ya había terminado el espectáculo y mi Mari
Jose les dijo aquello de:
-Mejor
que conservéis el recuerdo de cuando estaba entre nosotros.
A partir
de entonces me fui perdiendo todos los acontecimientos luctuosos: la misa con
su plática y sus rezos, los abrazos de amigos, compañeros, familiares cercanos
y lejanos, y cómo no, los de algún enemigo distraído y morboso.
Luego,
la incineración, que con el frío tan invernal que hacía, siempre es mejor una
buena pira a que le entierren a uno y le dejen tan solo, sin un triste gabán ni
un pequeño cobijo por humilde que sea.
>>A
mi Mari Jose la dieron una urna con las cenizas, que según mis últimos deseos
iban a ser esparcidas por la plaza de toros de Sevilla, La Maestranza, nada
menos. Se nombró una comisión de socios de La Peña y se desplazaron para el
acontecimiento El Pinto, El Carbonerito, El Wences y dos componentes de mucha
solera, compañeros de fatigas y de alguna que otra juerga lejana. ¡Qué
cuadrilla!
>>Sacaron
los boletos para visitar el Museo Taurino que está en los bajos del graderío, y
allí pudieron ver representada toda la Fiesta Nacional a través de la colección
de pinturas, esculturas, carteles, capotes, muletas y trajes que se conservan y
atesoran con verdadero celo e interés, hasta la cabeza de la vaca de Miura que
parió a Islero, el toro que mató a Manolete, tienen allí; en el último tramo de
la visita, pasaron a todo el grupo por el albero y se dieron su particular
paseíllo aventando las cenizas con
cierto disimulo para no levantar sospechas; rezaron entre dientes un Padre
Nuestro y a sevillanear.
>>No
voy a entrar en detalles, pero se lo pasaron de puta madre a cuenta del
difunto. Y me parece muy bien, yo hubiera hecho lo mismo.
>>¡Vaya!
Pues parece que la familia se va atemperando y saliendo adelante. Todo el mundo
consuela a mi gente con gestos lastimeros y buenos deseos:
-Pobre
Mari Jose, ahora se le va a venir el mundo encima-. Comentan sus amigas,
viuditas como ella, que son unas pocas.
-No sé
que paga le habrá “quedao”, pero...
>>Y
digo yo, que aquí el que más ha perdido ha sido un servidor. Que mi mujer
seguramente se va a apañar pero que muy requetebién, ahora que me acababan de
clasificar las fincas del pueblo y me habían tocado dos hectáreas urbanizables.
-Tú
mamá, no te quedes en casa -la dicen mis hijos-, que eso de los lutos y las
ausencias ya no se lleva. Tienes que salir y seguir viviendo. Búscate unas
amigas.
>>Sí,
y de paso les deja tranquilos a ellos.
>>En
esta situación se me pasan los días muy despacio, aunque ya hace casi un mes
que ando por el limbo este, arrastrando mi alma en pena, y estoy viendo cosas
que jamás me hubiera imaginado. Mi íntimo amigo Rafael, echándole los tejos a
la parienta, ya le vale, y como uno no puede estar en todo, me pega que andan
medio enrrollaos y harto sea que, en un arreón de manso, no se la ha haya echao
a los lomos el muy traidor.
>>Ahora,
eso sí, hoy que se cumple un mes justo del entierro, me han organizado una misa
de difuntos aprovechando que viene mi “cuñao”, el hermano de Mari Jose, que es
Padre Corazonista y como, en su día, no pudo asistir al funeral... pues no me
veas al mozo en la homilía, con el pico de oro que gasta. En efecto, ha
empezado diciendo:
-Queridos hermanos:
Nos hemos reunido hoy para celebrar el sacrificio
de la Santa Misa, y ofrecérsela a nuestro hermano Santos. A nuestro hermano Santos
Bueno de la Iglesia. ¿Se puede ser más santo, más bueno y más piadoso con ese
nombre y esos apellidos que Dios le ha dado y que le han acompañado durante su
paso por este valle de lágrimas? Pues no, imposible, porque Santos ha sido...
>>Vamos,
que ha soltado un panegírico que me ha puesto en el cielo.
>>¡Vaya
labia! Si se hubiera dedicado al trato a estas alturas estaba amillonao, pero
lo suyo es la monserga esta con la que ha concluido:
-Yo creo Mari Jose, Santines, José Mari y todos
vosotros, sus amigos y parientes que habéis venido hoy a encomendarlo… yo creo
que Santos está aquí con todos nosotros, disfrutando de nuestro amor y de
nuestra unión en Cristo Jesús.
>>Cómo
ha hablado mi “cuñao”. Seguramente más de uno ha salido convencido de que yo estaba
allí entre ellos. Luego en la calle, para no variar, el amigo Wences y su primo
otra vez con el cachondeo taurino:
-Qué
cosa tendrán las viudas, que a los quince días de dormir solas guapean como
mozas. ¿No me dirás que la dama no tiene cuatro capotazos y un par de varas?
>>Y
Pablo:
-De
verdad que sí, pero a ver quien le mete el capote a una vaca toreada que no
derrota en tablas y se planta en los medios para ver lo que se mueve.
>>Una
vez despedido el duelo, cada mochuelo se ha retirado a su olivo. Y mira por
donde, un par de calles hacia arriba de la iglesia, casi se dan de morros con
la parejita. Lo que yo me suponía, mi amigo Rafael y mi Mari Jose, cogidos de
la manita y ocultándose en lo oscuro
para no ser vistos.
-Endica
y endiquela eso Pablo -le ha dicho el Wences-, ahora sí que estoy seguro que
Santos no está entre nosotros como ha dicho el arajai ese, ni tampoco va a ver
a Morante de la Puebla. Lo único si le lidian de sobrero en la Semana Grande.
>>Y
Pablo:
-Ya nos
podemos cuidar primo.
Traducción
del diccionario caló:
Endica =
Mira
Endiquela= Observa
Arajai
= Sacerdote, Cura
De mi libro Flamencos y Taurinos
Amazón Libros.
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