El mariquita se peina
en su
peinador de seda.
Los vecinos se sonríen
en sus ventanas postreras.
¡Los mariquitas del Sur
cantan en las azoteas!
Federico García Lorca
Aquella fiesta flamenca se había
alargado hasta las tantas y se tuvo que romper la madrugada con unos
graciosísimos tanguillos de Cádiz a cargo de un curioso personaje que se nos
había colado en aquella juerga interminable, y remataba con su copla cantando de esta manera:
-Yo vengo
de Cái
con mi
chirigota,
con la gracia y el arte
de este
mensaje
que trae
mi copla.
Me dicen
Manoli,
soy La
Señorita,
por curpa er malaje
de los amigos
que me
publican.
Mis
paisanos se burlan con guasa
de la
mariposa y la pluma que tengo,
y me
cantan a coro en la calle
con una
retahíla de si voy si vengo.
Pues que
miren para sus adentros
y se vean
ellos con su falsedad...
que es
posible que pierdan aceite
y no lo
averigüen por no comprobar.
El aplauso y las carcajadas brotaron
tras de la copla y surgió de inmediato un verdadero interés de todos los
presentes por saludarle y conocer mejor a aquel, sin duda, artista que había
surgido allí como uno de esos duendecillos anónimos que suelen aparecer en las
reuniones flamencas.
Con el sabor a despedida de las
últimas copas comenzó el tal a relatarnos su aventura personal y con un
inconfundible gracejo gaditao, siguió diciendo:
-Bueno, amigos, que la fiesta ha
estao mu bien, todo mu bonito; con ese cante tan puro, esa guitarra y ese arte,
me habéis hecho recordar un rinconcito muy entrañable de mi pueblo natal, la
Peña Puerto Lucero de Sanlúcar de Barrameda, ahí es “ná”. Pero… digo yo que, como me he colao aquí sin
preguntar, me tendré que presentar a ustedes.
>>Para
mi gente, yo soy La Manoli “La Señorita”, mire usted, y aunque uno no tenga esa
gracia pa cantar y bailar, me apunto un poquito con las palmas y las
castañuelas.
>>Y digo
que, ahora me ven así, pero yo no vine al mundo con estas hechuras ni con este
ropaje, y, sepan que hasta la silicona que llevo puesta es de diseño. ¡Eha! la
chaquetita de Armani, los zapatos y el bolso de Parriego, el pañuelo de Loewe y
el perfume de Channell… que este cuerpo se lo merece tóo y tiene que dar mucha
guerra todavía…
>>Pues
yo no vine al mundo así, no, que a mí me parió mi madre en Cái después de cinco
hermanas maravillosas que me han querío y me quieren como a su hermano pequeño
que soy.
>>Dicen
que salí rollizo, pichita, guapo, pulío y hasta perfumao de bien y tóo. Llamaba
la atención en el pueblo desde chico, por esta hermosura y esta gracia pajolera
que dicen que tengo de tóa la vida de Dios.
>>Qué
años más felices de mi niñez... lo verdaderamente amargo llegó cuando cumplí
los quince y seguía jugando a la comba, a las muñecas y a las comiditas con las
niñas del barrio; ayudaba con las camas y el cuarto de baño y me ponía toítos
los zapatos de tacón que encontraba por la casa.
>>Alguna
tarde, cuando me quedaba yo solo, aprovechaba para acicalarme con el maquillaje
y el carmín de mis hermanas, me llenaba la cabeza de bucles, me desenredaba con
sus peinetas y me vestía con sus braguitas y sujetadores. Lo que más me gustaba
ponerme era una falda de tubo roja y una blusa blanca con chorreritas de mi
hermana Loli. La falda me apretaba un poquito y me hacía el culete orondo y
macizón; recuerdo un día que se me saltó
la cremallera, pero, con el susto y tóo, la volví a guardar a la chita
callando, y mis hermanas tuvieron una trifulca entre ellas que casi se llegan a los pelos.
>>Aquel
año esperaba yo la Feria de la Manzanilla como el agua de mayo: las casetas de
aquí y de allá con el sevillaneo, los caballos por el Paseo de La Calzada, los
cacharritos con sus tiovivos y sus coches tropezones... qué bullicio, qué colorido
y qué gracia de mi gente pregonando el pescaíto y la manzanilla; para rematar
la feria, el chocolate con churros de madrugá... todos los aromas de mi pueblo
se me encarnan nada más recordarlo, y no me veas a mí con mis castañuelas, mi
pelito largo y mi vestido de lunares rojo pasión... no me quise maquillar mucho
por no dar un espectáculo, pero qué escándalo amigo, la gente empezó a mal
meter, que si la nena, que si la palmera, la jibia, la mariquita y qué sé yo el
ramillete de requiebros y mofas que tuve que aprender para moverme por este
mundo transexual. La verdad es que lo que más me apetecía era maquillarme y
vestirme de flamenca, pero claro, me perdían el respeto y yo les tenía que
aguantar la broma.
>>Bueno,
pues aún así me pasé toda la feria tocando los palillos y moviendo el cuerpo
con mi bata de lunares, pero claro, después de aquello La Manoli, como si se
hubiera echao a la calle. Allí empezó mi carrera…
>>Y así
llevo tóa mi vida, de capullo en capullo. Y uno ya está cansao y además viejo. Sí,
ya estoy cansao de amar y de aborrecer tantas veces; cansao de alquilar este
sexo que me ha acompañado siempre, el sexo este que otra mayoría esconde porque
no tiene cojones para levantar la cara con orgullo e identificarse con
nosotros. Sí, se esconden ayudaos por esta sociedad falsa que, en honor a las
buenas costumbres, les camufla y da cobijo en matrimonios fracasaos,
tratamientos psicológico-espirituales y
ocupaciones célibes.
>>Algún
día contaré yo mis desventuras, y de verdad que va a temblar el misterio…
durante mis primeros años en Madrid, trabajando de Striper, me pretendieron
empresarios, políticos y banqueros entre otros; se llamaron, Antonio, Esteban,
Andrés, Emiluco... todo fue muy distinto con Mario; cinco años duró aquello y
nuestra relación fue auténtica, una
historia de amor de verdá; nos veíamos casi a diario y, con algún pretexto,
viajamos en ocasiones a la playa.
>>Mario
tenía unas facciones perfectas, unos ojos verdes fascinantes y un cuerpo
atlético envidiable; era distinguido, formal y muy generoso conmigo, dirigía
una empresa familiar muy conocida en Madrid, así que cuando sus hermanos
descubrieron nuestro enredo, me enviaron dos matones a la salida del tablao que
me dieron una paliza de muerte y tuve que salir de la ciudad durante una
temporada. Yo hubiera dado la vida por recuperarle, pero, después de aquello,
entró en una depresión fatal y acabó suicidándose en el Puente de Segovia.
>>Con el corazón roto me he pasao estos
años en Madrid, y ahora veo, en mi abandono, a un hombre viejo, vencío y
despreciao, haciendo la calle por el Parque del Retiro, Chueca y Montera. Ahora
me tengo que ver, por mi desgracia y mi mala cabeza, huyendo a la carrera de
las redadas de la policía y aguantando borrachos, rufianes y degeneraos.
>>Amargamente
he sobrevivido desde mis quince años hasta ahora con toda esta vida de
sinsabores y burlas, pero voy a volver
de nuevo a mi pueblo, aunque tenga que escuchar otra vez la lengua de la gente
maliciosa. “Mirarla, ha vuelto de nuevo Manoli, La Señorita”. Voy a estar con
la gente que me quiere y no voy a permitir las humillaciones y las sonrisas
maliciosas de quienes pasean su hombría por las calles del pueblo, y luego
ocultan sus extravíos sexuales en nuestra compañía.
>>Para
el próximo mes de mayo, voy a estar de nuevo con mis paisanos en la Feria de la
Manzanilla; voy a desafiar al espejo de los años y me voy a maquillar para
lucir mi vestido de flamenca, mis zapatos de bailar, mi peineta y mi arte con
las castañuelas, sí, porque nosotros también tenemos nuestro puntito.
>>Digo.