MI SOLEÁ
Es mi soleá tan mía
que toítas las noches me habla
SOLEÁ DEL POBRE
LA CHARI Y AMANDO Paco Arana
Ya
se nos fue el tabernero, de la calle La Calera,
ya
apagó sus luminarias, ya están cerradas sus puertas.
La
Historia del Bar patillas, no quiso estar bajo tierra
y
las cenizas de Amando, por el firmamento vuelan.
Guitarra
de media noche, la madrugada te espera
y
un aire de libertad, va acariciando tus cuerdas.
Hola Chari. Querida amiga:
Hoy nos toca a todos los músicos y amigos incondicionales del Bar
Patillas, cantar las alabanzas a nuestro gran amigo Amando, que habitó entre
nosotros y ahora nos deja para siempre.
Antes de todo queremos recordar vuestros momentos tan felices en la salud y agradecer tu dedicación infinita
durante sus últimos días de la
enfermedad, no sin reconocer la impotencia ante la falta de ayuda sanitaria
para su bárbara agonía en vuestra casa de Cantabria.
“Ella me ha salvado la vida y la taberna muchas veces”, decía y
repetía Amando con plena lucidez y conocimiento. Verdad que fuiste en su
momento, un eslabón necesario para el horario de la taberna, añadiendo encanto
y disciplina a la hora bruja de las noches postreras.
Ahora que Amando duerme sin fin, escuchemos su semblanza más
sentida y verdadera:
Fue tan gentil el tabernero, tan avispado y de tan alta
compostura, que cuidó su apariencia cada día, bajando presto al mostrador de la
taberna con su indumentaria decimonónica que, tal cual, pareciera rescatado de
La Venta más castiza de la Sierra Cordobesa.
Con su mirada de gallo reñidor, patillas de hacha, cuatro pelos bien
peinaos en su brillante calavera, afilado el rostro y el lenguaje mudo de sus
manos, se advertía en él un hombre audaz,
cortés y delicado a fuer de haber sido vividor de cien batallas perdidas y haber
ganado miles de amigos, más que asiduos, dependientes de su compañía y su
taberna.
No era un tabernero al uso, fue el intérprete de una obra teatral
en la que aparecía siempre emperifollado de chaleco permanente y camisa a rayas
para cautivar al respetable con su gracejo, su entusiasmo, sus consejos y sus
frases filosófico poéticas .
Se situaba siempre detrás de la barra de la taberna centenaria que
había heredado de su padre y de su abuelo conservando el viejo atrezo de guitarras,
bandurrias y laúdes, apoyadas sobre el antiguo cajón de cremallera, que en
tiempos albergara los pellejos de aquel vino de pelea.
En las paredes de este bar
se ha quedado para siempre el galimatías de fotos y retratos de músicos de esta
y otras épocas, letras de canciones, programas musicales, indicaciones,
anuncios, refranes y poemas.
Con qué entusiasmo levantaba Amando el telón de su taberna cada
día, para el estreno de un nuevo capítulo de su historia verdadera. Con qué ritual
atrapaba a su querida clientela: cantaores y cantantes, guitarristas,
laudistas, actores, figurantes, bufones y otras hierbas, acudíamos puntuales a
la cita con nuestros regocijos y nuestras penas, llenando la taberna de
nostálgicas canciones y la frescura de otras melodías más modernas.
CECILIA LEE LAS CARTAS Paco Arana
01.09.2020
Cecilia lee las cartas
que aquel hombre le escribiera,
hace más de cuarenta años
de su feliz primavera.
Se embelesa recordando
lo que podría haber sido
si aquel que tanto la amaba,
ahora fuera su marido…
Una lágrima escondida,
se escapa por sus mejillas,
y se detiene en los labios,
sollozando
pesadillas.
Mas qué será de aquel hombre,
que enviara verso a verso
un romance encadenado
y un ramillete de besos.
“Dónde estás, amor mío
adolescente,
tu boca apasionada y sonriente,
caricias que estrecharan nuestros
lazos
tu cálida voz y tus abrazos,
Siendo el mundo tan grande y tan pequeño,
no ha de ser tan difícil encontrarnos,
revivir anhelantes nuestro sueño
y volver otra vez a enamorarnos.
Si pudiera conocer tu paradero
una carta de amor de este escribiría,
una carta de emoción y fantasía
de mi antiguo corazón aventurero.
¡Ay amor! de primavera venturosa,
con mi carta más feliz, te contestara,
mas ¡Ay amor! el invierno heló la rosa…
y ahora vivo sin vivir… enamorada”.
Cecilia lee las cartas
que aquel hombre le escribiera,
hace casi cuarenta años
de su feliz primavera.