sábado, 12 de agosto de 2017

EL TESORO DE MAMBRÚ


                                              
                              EL TESORO DE MAMBRÚ  Paco Arana 31-07-17

                       Resultado de imagen de PELUQUERIA ANTIGUA
    
Transcurría el año cuarenta y cuatro del pasado siglo XX, quinto año triunfal de aquella guerra sin sentido en que, los que “todo lo ganaron y todo lo perdieron”, se tuvieron que acostumbrar a la economía de miseria que se había instalado en La Villa Textil de Pradoluengo, y como la suerte siempre va por barrios, pronto destacó la abundancia de la oligarquía terrateniente, sobre la escasez manifiesta de la plebe sometida.
Tras la guerra civil, alguno de los desheredados praolenguinos, iniciaron su éxodo a los países iberoamericanos y no faltaron los que eligieron La República Dominicana como destino para realizar sus deseos de libertad, trabajo y confianza.
Pasado el tiempo, diez años quizá, llegaban al Pueblo cartas bienaventuradas con las noticias de los primeros emigrantes, que, al parecer, habían alcanzado el bienestar en La Isla, aunque, hasta la fecha, nadie había vuelto para contarlo.
Fue entonces cuando Saturnino Villar, cariñosamente “Mambrú”, un joven empresario, que intentaba, sin fortuna, sobrevivir en el Pueblo con su humilde barbería, se enteró de aquella oportunidad de oro que proponía La República Dominicana a los jóvenes de La Sierra de la Demanda, para explotar nuevas tierras que les daba el propio gobierno y asegurar su porvenir, con lo cual decidió embarcarse rumbo a la aventura americana.
Una vez en La Isla y llegado a su destino en el municipio de San Juan de la Managua, descubrió enseguida, que aquella maravillosa oferta, era una artimaña, emanada de la buena relación entre los dictadores Franco y Trujillo, siendo este último el sátrapa que se la urdió al entonces caudillo de la nación, para insuflar sangre española entre las nativas dominicanas con la única pretensión de “rebajar color “al nuevo encaste que se pretendía.
Ni que decir tiene que, el bueno de Mambrú, no le hizo ascos a los ofrecimientos de las solícitas damas, y tuvo además la habilidad de salir huyendo del compromiso conyugal, para, en cuanto pudo recuperar su pasaporte, embarcarse de nuevo rumbo a España… y santas pascuas.
Otra vez de vuelta en el terruño, reiniciaba su viejo oficio, en el mismo local y domicilio de antaño, en el que se anunciaba ahora como “Peluquería El Barato”, intentando, con semejante premisa, atraer a una buena parte de su antigua clientela, pero, a estas alturas, ya había alcanzado el veterano Misián la fama y excelencia de fígaro consolidado, mientras que Mambrú se pasaba los días mano sobre mano esperando el porvenir… y el porvenir nunca llega.
Pues allí ocurrió, en la calleja del Cinema Glorieta se gestó la historia del Tesoro de Mambrú. Benditos sean todos sus protagonistas y todos los afortunados  testigos que tararearon la letra y música del romance, que inmortalizó Pedro Pichas, poeta y músico eminente de La Banda Municipal praolenguina que solía servirse del anecdotario provinciano para versificar las situaciones más chuscas y memorables de aquellas gentes, tan capaces de averiguar el día a día de su estrecha subsistencia.
Fue un tal señor Martínez, que había iniciado por entonces, una obra de construcción, en un vano de su propiedad, pegado a la calleja del Cinema Glorieta y colindante con la Casa-Barbería de Mambrú, para lo cual había contratado dos expertos albañiles: Justino y Panchi de Pablo que bregaban día a día con lo más duro del oficio, cavando a fondo para la cimentación de lo que pretendía ser un estrecho edificio de tres alturas.  
Resultó que a los pocos días apareció en la casa de Mambrú, tirado en el suelo, junto al hueco de la chimenea, un rugoso, chamuscado y mal doblado pergamino con indicaciones claras de un tesoro escondido en el hayedo, muy cerca de la remota choza los vizcaínos, término de Las Narras.
Cuanto más miraba Mambrú el documento aquel, más fuerte le palpitaba el corazón, y decidió compartir la buena noticia con su cuñado Facio, que a buen seguro conocería el terreno, ya que, en otros tiempos, se había dedicado a hacer carbón vegetal  en aquella zona.
Se encandilaron los dos parientes con la idea de explorar el terreno y buscaron la colaboración de Ángel Higales, vecino cercano que disponía de un caballo de fabricante, con el que desplazarían las herramientas necesarias, y de los dos picapedreros a destajo, Panchi y Justino, que entraron también en la participación del posible negocio, del que Mambrú sería, lógicamente, el mayor accionista.
Subían a Las Narras recién anochecido y cavando hasta el amanecer, lograron hacer dos superficies de tamaño semejante al templete de la plaza del Pueblo, pero no encontraron rastro alguno de los lingotes de oro que refería el plano aparecido en la casa de Mambrú. Decaían los ánimos y surgían entre ellos tremendas peloteras, por parte, sobre todo, de Higales, que se había erigido director de operaciones, tan solo para no agarrarse al pico y la pala, y andaba zascandileando de un lado a otro con el farol.
Después de una acalorada discusión, estaban ya decididos a abandonar la hazaña, cuando sonó a metal un azadonazo que dio encorajinado Mambrú y resultó ser una cadena con cuatro argollas gordísimas de hierro, señal segura de que el tesoro estaba cerca. Esto reavivó la llama de la esperanza durante unos días, hasta que Facio se enteró de que las referidas argollas, pertenecieron a los aizcolaris vascos que vinieron a estas tierras, siglos atrás, a talar los hayedos, para armar sus gabarras y sus grandes navíos.
Mambrú intentaba a toda costa animar al grupo, para que no abandonasen, entre otros motivos, porque se había adelantado a decirle a su esposa:
-Ya estamos muy cerca del tesoro, Paulina. Verás que pronto, vamos a ser ricos.
-Ay Saturnino, Saturnino. A ver si es verdad. Por qué, lo que es la barbería…
Demasiadas expectativas se había creado Mambrú y demasiada información corría a estas alturas por el Pueblo, hasta que un buen día, apareció Higales echando pestes por la barbería, y con el supuesto viejo pergamino en la mano, le confirmó que no existía tesoro alguno, ya que el documento aquel, era totalmente falso y que además estaba hecho con papel de estraza de la pescadería de La Asun, para lo cual le mostraba uno totalmente idéntico, pero sin doblar, ni arrugar, ni escribir, ni chamuscar, y le abroncaba diciendo:
-Somos la burla del Pueblo, Mambrú, dos meses subiendo a Las Narras para hacer el ridículo más espantoso, y, por si fuera poco, ahora nos vemos metidos en copla… como La Dolores.
Poco tardó Mambrú en descubrir que, aquello era cierto y bien cierto; tan solo tuvo que dar un garbeo por la solana de las calles por donde el mujerío cosía boinas y cerraba calcetines, y escuchar cauteloso tras las ventanas de los telares, para oír de primera mano la cantilena y el romance que ya invadía el Pueblo entero, con aquel ramillete de coplas que decía así:                    
En casa de un barbero
un documento ha salido,
que en la choza los vizcaínos
hay un tesoro escondido.

El barbero muy contento
se lo ha dicho a su cuñao
y armados de pico y pala
a Las Narras han marchao.

Muchos días trabajando
y no han encontrado nada,
y el buen Facio ha respondido:
-No subo más a Las Narras.

“Pero en una noche oscura
             cuatro argollas encontraban,
creyendo que eran de oro
del tesoro que buscaban.”

Ya no afilo más navajas
ni corto ya mas el pelo,
me voy a comprar un hayga
de esos de último modelo.

“Quien no se crea esta historia,
que pregunte al que hizo el mapa.
Los incautos buscadores
nunca han vuelto a saber nada.”

Tampoco falto el chismorreo en la barbería, desbordada por los antiguos y nuevos clientes que, si en verdad, acudían para curiosear y mofarse de Mambrú, él, con su candidez, les aguantaba la broma y el cachondeo, y adornaba incluso los detalles del caso con sentido del humor y fantasía, comprobando, que aquella nefasta peripecia, le estaba rentando los mejores resultados para su negocio; así es que, lo primero que se le ocurrió, fue cambiar el antiguo letrero de “El Barato” por el de “Barbería Mambrú” Peluquería, Perfumería e Higiene, viéndose así desbordado, hasta el punto que, tuvo que dar  turno y lista de espera.
                                                            En Burgos a 31-07-17
               
A