EL FLAMENCO MÁS CERCA Paco Arana
CONFERENCIA Y RECITAL DE
CANTE
ORIGEN DE LA MÚSICA ANDALUSÍ EN EL FLAMENCO
ORIGEN DE LA MÚSICA ANDALUSÍ EN EL FLAMENCO
Después de los años que llevo inmerso en esta
apasionada forma de vivir que es El Flamenco para mí, me sorprendo cada día
cuando descubro una y otra vez la huella musical y monumental que nos dejaron
los moros durante aquellos ocho siglos de permanencia en España, e imagino,
que, al margen de sus escaramuzas guerreras, aquellos lugareños cercanos y
sencillos, se verían condenados a entenderse y compartirían su pan, su vino y sus
costumbres.
Desde aquella coincidencia histórica de moros, judíos
y cristianos que poblaban por entonces el país, para seguir conviviendo con su
música y sus danzas, y que continuaron incluso hasta mucho después de que Boadil
perdiera a su Granada, han pasado muchos siglos y sin embargo, ahora que corre
el tiempo tan ligero y las comunicaciones son ágiles como regueros de pólvora
encendida, me encuentro, brujuleando en internet, con una sorpresa titulada (La Pasión Flamenca de dos
Hermanos Turcos) un sugerente y novedoso vídeo flamenco instalado en la nube,
para deleite de los buenos aficionados, y compruebo al escucharlo, que el
mestizaje que nos trajo la música de entonces, perdura todavía y continúa alimentándose
de los brotes de su misma raíz flamenca, con intérpretes pakistaníes, turcos y
norte-africanos actuales.
Aquellos moros que no se quisieron ir, así como los
sefarditas que tampoco huyeron de España, para seguir avivando y exhibiendo su
música y sus bailes en zambras y ritos litúrgicos íntimos, mantuvieron intactas
sus señas de identidad y fueron, poco a poco, compartiendo sus cítaras,
chirimías y laúdes, con flautas, guitarras y panderos de los músicos del pueblo
llano, que alzaron también sus voces quejumbrosas de muecines y plañideras, junto
con el donaire de los romances y pregones recitados en los zocos y mercados de
distintas localidades de la Baja Andalucía.
A menudo, recorro intramuros mi ciudad de Burgos y
observo en mis paseos nostálgicos sus, todavía intactas, cuatro puertas de
entrada, dos de ellas de estilo mudéjar,
así como una pequeña parte de la muralla que protegió a nuestra grandiosa e
inalterable Catedral, que no así al castillo aquel que nos arruinaron los
franceses, al igual que los posibles palacetes y viviendas de los barrios de La
Judería, La Morería y La Alteza.
Seguro que allí
convivieron las tres culturas, y se beneficiaron entre ellos, sin preocuparse
de su condición, raza o culto religioso.
No es difícil recrearse y fantasear en este entorno, y
os invito a imaginar la celebración de una boda o fiesta privada en el palacete
de algún jeque poderoso o mercader acaudalado, para lo cual, incorporo a esta
charla este romancillo; un juguete poético y divertido en el que intento
relatar la escena y el contenido de la fiesta… Dice así.
Suspiraba el sultán
en su
alcázar moro:
-Por verte bailar niña,
diera un tesoro.
En la corte murmuran
que no es romana,
ni mora ni judía,
será cristiana.
El sultán vive ausente
con su locura,
la reina mora llora
su desventura
-Te ofrezco mis jardines
mis surtidores,
mi laúd y mi Alhambra,
los mis amores.
Siete velos de espuna
tiene su baile,
siete nuevos antojos
van por el aire.
El Sultán advertido
sufre de celos
y contrata en sus zambras
músicos ciegos.
Granada entera
presume faraláes
sonajas de oro.
Que baila laSultana
por soleares.
!Valla un tesoro!
Siete velos de espuna
tiene su baile,
siete nuevos antojos
van por el aire.
El Sultán advertido
sufre de celos
y contrata en sus zambras
músicos ciegos.
Granada entera
presume faraláes
sonajas de oro.
Que baila laSultana
por soleares.
!Valla un tesoro!
Hay que pensar, que en el pasado siglo IX, vivió en la
corte cordobesa de Abderramán II, un músico y poeta de origen pakistaní,
llamado Ziryab y apodado El Mirlo Negro por su voz brillante y encantadora y su
piel negruzca de puro morena. Este concertista fue el referente principal de la
música andalusí de aquel tiempo ya lejano, que dejó un patrimonio cultural de
más de diez mil canciones y diferentes formas musicales que, sin duda, nos han
llegado por trasmisión oral hasta los actuales flamencos españoles.
INFLUENCIA DEL
PUEBLO GITANO EN EL FLAMENCO
Daremos ahora un salto importante para situarnos
a finales del siglo XV en que comenzaron
a llegar los egipcianos a España, huyendo, sin duda, de las guerras intestinas
de su país para refugiarse en el nuestro. En un principio comenzaron a
llamarles egipcianos, porque se les creyó procedentes de Egipto, y ellos mismos
asumieron de por vida este nombre. No obstante, se cree que por su habla
Romaní, sus rasgos faciales y sus costumbres, procedían de un país lejano de La
India, al sur del antiguo Pakistán, aunque, todavía hoy, ellos se reconocen y llevan con
orgullo el nombre de Gitanos.
No seré yo quien dogmatice sobre esta polémica
cuestión, pero parece ser que hubo un
grupo que cruzó media Europa hasta llegar a los Pirineos y entrar en España
como mercaderes o peregrinos, y otro que cruzaría el estrecho desde las costas africanas, para instalarse en la
baja Andalucía.
Los apátridas gitanos vienen a España para quedarse, y
aunque perseguidos por una ley dictada por los RR. Católicos para echarlos,
conectan fácilmente con el paisanaje, valiéndose de su destreza artesana para
la forja, la fabricación de utensilios de mimbre, hierro y cobre, el
conocimiento para la doma del ganado caballar, su arte fenicio para el trato,
sus adivinaciones y hechicerías, y además cantan, tocan y bailan sus danzas
romanís con las que embelesan a los músicos locales enraizados desde siglos en
España.
Pronto se acercarán a los cantos de moriscos y aldeanos para fundirse con la música en boga de
entonces, aportando su sentido del ritmo, que unido a su espíritu errante y
libertario, desembocará con el tiempo en
lo que ahora conocemos por Arte
Flamenco.
Alguien ha dicho, sabia y claramente, creo yo, que
“Jerez es al Flamenco, lo que Nueva Orleans es al Jazz” o dicho de otro modo,
que “El Flamenco es a los gitanos, lo que el Jazz es a los negros”. Esta frase singular
deja bien claro que, en ambos casos, han aportado a la música local una nueva
savia para un arte que, todavía hoy, sigue bebiendo de novedosas armonías,
dejes y coplas, además de otros variados instrumentos. Aquellos negros no
inventaron el Jazz ni estos gitanos el Flamenco, pero, lo cierto es que, desde
su mismo sino trágico, se expresan con un mensaje especial que lo intensifica y
caracteriza a su forma y a su antojo, aportando su sabor agridulce y su compás
riguroso y perfecto.
Me gustaría destacar que terminado el siglo XV, y
entrado ya en el florecimiento cultural del Siglo de Oro, convivieron en él dos
sociedades bien distintas y definidas: la intelectualidad y el poderío de La
Corte, con la sencillez y la opresión del Pueblo llano. En ese enredo se vería
metido, nada menos que, don Miguel de Cervantes Saavedra, que incorporó en
alguna de sus Novelas Ejemplares a protagonistas gitanos.
Esto no es de extrañar ya que él mismo tuvo una prima
hermana que lo era al cincuenta por ciento, de ahí su afinidad hacia ellos así
como el conocimiento de sus costumbres y algo de su lengua. Tan es así que, en
una de sus Novelas Ejemplares, titulada “La Gitanilla”, figura como
protagonista una niña chica llamada Preciosa, que amadrinada por su vieja
abuela, exhibe su arte cantando y bailando por las calles y plazas de Madrid y
Toledo, con su primoroso y abundante repertorio de coplas que sorprenden a la concurrencia.
Curiosamente nuestro autor más universal, no incluye en
su novela ningún vocablo ni copla en lenguaje romaní, ya que utiliza y pone en
boca sus propios romances en castellano y así lo revela cuando escribe en su
novela que… “no
faltó poeta que se los diese: que también hay poetas que se acomodan con los gitanos
y les venden sus obras, yendo a la parte de la
ganancia, que de todo hay en el mundo.”
LOS
CAFÉS CANTANTES Y LOS INTELECTUALES
Otro salto en el tiempo, nos sitúa ya en el siglo XIX
en que se comienza a exhibir el arte flamenco en Cafés Cantantes, donde aparece
Silverio Franconeti, un cantaor criado en Morón de la Frontera, al abrigo de
las fraguas gitanas, y que llegaría a dominar los palos principales del
flamenco. A este, ahora ya, legendario Franconeti, se le atribuye el compromiso
de esta nueva andadura en que se sacará el Flamenco de las fraguas y las
tabernas y lo darán a conocer, comercializado ya, en los Cafés Cantantes… La
vida y milagros del grandísimo cantaor que inauguró en Sevilla el Café de
Silverio, daría para un par de horas de charla, pero lo mejor para conocerlo es
este poema escrito por Federico García Lorca que lo describe, sublima y sintetiza de esta manera:
Entre italiano
y flamenco,
¿cómo cantaría
aquel Silverio?
La densa miel de Italia
con el limón nuestro,
iba en el hondo llanto
del siguiriyero.
Su grito fue terrible.
Los viejos
dicen que se erizaban
los cabellos,
y se abría el azogue
de los espejos.
Pasaba por los tonos
sin romperlos.
Y fue un creador
y un jardinero.
Un creador de glorietas
para el silencio.
Ahora su melodía
duerme con los ecos.
Definitiva y pura.
¡Con los últimos ecos!
y flamenco,
¿cómo cantaría
aquel Silverio?
La densa miel de Italia
con el limón nuestro,
iba en el hondo llanto
del siguiriyero.
Su grito fue terrible.
Los viejos
dicen que se erizaban
los cabellos,
y se abría el azogue
de los espejos.
Pasaba por los tonos
sin romperlos.
Y fue un creador
y un jardinero.
Un creador de glorietas
para el silencio.
Ahora su melodía
duerme con los ecos.
Definitiva y pura.
¡Con los últimos ecos!
El
glorioso poeta Federico García Lorca, había nacido en el año 1.898 y no conoció
a Silverio Franconeti, con lo cual, no cabe duda de que para componer este
poema incluido en su Romancero Gitano, el
poeta se inspiró en un libro titulado “Colección de Cantes Flamencos” publicado
1.881 por el padre de los hermanos Machado.
Este
es un libro imprescindible para entender el Flamenco y lo firma y escribe don
Antonio Machado Álvarez y su seudónimo “Demòfilo”, que se traduce, nada menos,
como Amigo del Pueblo. En él recoge don Antonio, con un riguroso trabajo de
campo, cientos de coplas y romances que escucha y anota puntualmente, y además
entrevista in situ a los cantaores de la época que lo interpretan, situando a
cada uno de ellos en su provincia andaluza correspondiente, con sus nombres
artísticos y algún detalle de su especialidad cantaora.
También
don Manuel Machado, el hijo mayor de Demófilo, tomando las riendas de su padre,
leyó y se inspiró en este libro para
componer nuevas coplas flamencas que hoy suenan en boca de muchos cantaores actuales,
y compuso también el poema que voy a incluir en esta charla, donde el autor
versifica gran parte de la lista de los cantaores y cantaoras que su padre
relacionó en su publicación del citado año 1.881. Dice así:
La Lola
La Lola se va
a los Puertos.
La Isla se queda sola; Y esta Lola, ¿quién será, que así se ausenta, dejando la Isla de San Fernando tan sola cuando se va...? Sevillanas, chuflas, tientos, marianas, tarantas, tonás, livianas... Peteneras, soleares, soleariyas, polos, cañas, seguiriyas, martinetes, carceleras... Serranas, cartageneras. Malagueñas, granadinas. Todo el cante de Levante, todo el cante de las minas, todo el cante... que cantó tía Salvaora, la Trini, la Coquinera, la Pastora..., y el Fillo, y el Lebrijano, y Curro Pabla, su hermano, Proita, Moya, Ramoncillo, Tobalo -inventor del polo-, Silverio, Chacón, Manolo Torres, Juanelo, Maoliyo... Ni una ni uno -cantaora o cantaor-, llenando toda la lista, desde Diego el Picaor a Tomás el Papelista (ni los vivos ni los muertos), cantó una copla mejor que la Lola... Esa que se va a los Puertos y la Isla se queda sola.
LOS MÚSICOS
NACIONALISTAS
Entramos así en una nueva era, en que los
intelectuales más destacados y los músicos nacionalistas de finales del XIX y
principios del XX, se interesan vivamente por El Flamenco. Así lo demuestra
la iniciativa que nace de Manuel de Falla, Ignacio Zuluaga, y García Lorca,
para organizar en el año 1922 el primer “Concurso de Cante Jondo de Granada”,
en el que colaboran escritores, poetas, músicos y pintores. Allí actuaron
fuera de concurso la pura esencia flamenca de entonces, representada por
Pastora Pavón, “La Niña de los Peines”, Manuel Torre y Antonio Chacón, con la
guitarra de Ramón Montoya y el baile de La Macarrona.
Los músicos
nacionalistas como Albéniz, Falla, Granados,
Tárrega o Joaquín Rodrigo, entre otros, bebieron con avidez del
folklore español, honrando al Flamenco en composiciones tales como: Rumores
de La Caleta, Recuerdos de La Alhambra, El Amor Brujo, La Danza Quinta y El
Concierto de Aranjuez… y son los actuales guitarristas flamencos más
virtuosos, quienes interpretan hoy sus
obras y les devuelven el rancio sabor en que se inspiraron sus autores,
cerrando de esta manera el círculo creativo.
Los poetas y
escritores se apuntaron también a colaborar, en este arte, con sus libretos y
nuevos cantares, y debatieron sobre el Mundo y Formas del Flamenco ahondando
en lo más enigmático y emocionante del tema: El Duende.
¿Qué es El
Duende? Un espectro, una visión, una fantasía, una aparición, una borrachera
o quizás un poco de todo.
Creo yo que
no existe una definición certera, ni siquiera aparente, lo que si hay son
ejemplos o experiencias concretas; así que, también yo, intentaré conduciros
a esta “situación enduendada” con un momento que viví al lado de un cantaor
amigo, al que esperaba un cierto día para acompañarle a la guitarra y acudió
al camerino con retraso, intentando digerir una noticia realmente amarga de
su entorno familiar más cercano… Yo advertí que estaba totalmente
descompuesto aquella noche, y le vi cómo se tomaba un vaso de aguardiente de
un solo trago, para armarse de valor y salir al escenario cantando por
seguiriyas como nunca había cantado, se dejó allí la rabia y la pasión de aquel momento y, con
su lamento terrible y angustioso, nos puso un nudo de amargura, que nos fue subiendo
desde la barriga a la garganta y rompió en un conmovedor y sonoro aplauso.
No pude
reconocer la letra de aquel cante lleno de “soníos negros” porque,
seguramente, la fue improvisando en el mismo momento, pero con aquella
sensación, pude escribir este poema que os dedico a todos vosotros con la
intención de que lo sintáis como algo que todavía nadie se ha atrevido a explicar con
alguna definición más acertada.
Es un soneto y
se titula Duende. Dice así:
Hoy has
vuelto de nuevo con tu cante
al
tablao de tu pena sin consuelo,
a vender tu amargura y tu desvelo
y a beberte la vida en cada instante.
Tragedia en torno a ti, es la constante
que se enjuga en quejíos sin pañuelo,
que se embriaga en jipíos muerte y cielo
y se queja en un ¡Ay! seco y vibrante.
Mírate en tu memoria antepasada,
rebusca en tus lamentos de jondura
que hallarás una copla que nos hiera.
Y al clamor de tu pena consolada,
al eco de
tu grito y desventura,
será más
jonda tu voz y más sincera.
Poco más, tan solo agradecer a
todos los artistas flamencos que han “españoleado” por el mundo, llevando en
sus giras nuestro arte, así como los que no quisieron salir de su tierra
natal y su entorno familiar, para conservar así el puro flamenco en estado
puro.
La lista, que sería interminable, está
presente en la memoria de los buenos aficionados, y todos sabemos que ellos
han sido los que han conseguido el reconocimiento de nuestro Flamenco como
Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, pomposo
título que en poco cambia el día a día y la lucha de la mayoría de los profesionales
que se emplean y se empeñan en trasmitir este Arte Universal.
Preciso recordar ahora con
orgullo al genio mundial de la guitarra flamenca, nuestro eterno Paco de
Lucía, que ha dejado una herencia musical irrepetible y ha sido Premio
Príncipe de Asturias, así como el primer artista español nombrado en EE.UU.
“Doctor Honoris Causa” por la Universidad de Berkeley, además de un ser
humano ejemplar, que dedicó su vida entera a engrandecer hasta el límite de
sus fuerzas la música más indiscutible y reconocida que tenemos hoy en
España.
Dejo aquí, para terminar, este, ya
viejo, poema galante, que espero no se acabe nunca y siga creciendo en
proporción a la grandeza del gigantesco personaje que se dejó la piel en cada concierto, siempre.
Dice así:
|
A Paco el de la Lucía
lo puso Dios en la
tierra,
porque le enseñara al
mundo
cómo se tañe la queja.
Cómo se amasa la
angustia,
cómo se mete una pena,
cómo goza, canta y vive
un pueblo que siente y
crea,
un pueblo que hace compás
con su trabajo y sus
fiestas.
Lo trajo de otra galaxia,
cruzando cielos y
estrellas,
vino por ríos y mares,
caminos, montes, veredas…
Lo dejó en Andalucía
sueño de sol y de arena,
con dos siglos de cultura
en su guitarra flamenca.
Y Paco el de la Lucía
con los sones de su
tierra,
–en la mano diestra un
grito
y en la siniestra un
poema,
abrazando a su guitarra
como quien ama a una
hembra–
en un diálogo amoroso
dejó templadas sus
cuerdas.
Y en la noche de los
tiempos,
armonizó una tormenta
de trémolos deslumbrantes,
bordones de rabia y queja,
rasgueos de torna-ojos,
silencios flor de la
ausencia.
Y mordiéndose los labios,
fue desgranando falsetas,
pa que se enterara el
mundo
que la guitarra flamenca,
–como un río hacia la mar
caminando con firmeza,
como lluvia en el cristal
descubriendo nuevas
sendas–,
toca el cielo con las
manos
por derecho y con
grandeza.
Gracias Paco de Lucía,
gloria de esta tierra
nuestra.
Paco Arana 2015