MÚSICO MENDIGO
De mi libro: Flamencos y Taurinos
Hoy en
Burgos apenas si hemos visto el sol, una espesa niebla nos ha acompañado todo
el día y, finalmente, la noche nos ha traído una brisa congelada que se nos
mete hasta los mismísimos tuétanos.
Esta noche en Burgos hay alguien que va de paso, sin un destino
concreto, posiblemente de hoy para mañana, según le traten. Ya veremos.
Su historia se va repitiendo día a día y ciudad por ciudad, su bagaje
es siempre el mismo; le acompañan los recuerdos más íntimos, sus fotos y sus
cartas personales, pedazos de otra vida quizás más afortunada, algunas viandas,
en fin, todas sus pequeñas miserias; tiene instalado todo su ajuar en un carro
de la compra deslucido, algo sucio y con las ruedecillas descentradas. Como
siempre, colgada de su hombro, su inseparable guitarra.
Yo le he
visto una noche en la Calle de los Herreros, bajo la luz de un rótulo grande de
neón que anuncia un lujoso restaurante, tañendo por soleá su guitarra. Toca
bien. Estaba allí sentado sobre un altavoz conectado a una batería y un
micrófono de pinza, desgarrando lo más íntimo de su comunión con la música
flamenca que siempre le acompaña.
Tiene
buena izquierda, en la guitarra, esta mano, es la que siente, por algo está más
cerca del corazón; para combatir el frío, se ha puesto en la derecha un guante
de lana negra con las puntas de los dedos recortados, que le impide una
ejecución virtuosa y brillante que él suple con la hondura de sus notas.
Su
estuche está en el suelo abierto como una boca enorme de terciopelo rojo, que
pide a gritos unas monedas para seguir haciendo su camino, para seguir a
rastras con su vida y su soleá doliente y desolada.
El
paisaje de la calle es de lo más pintoresco y el ambiente, aunque frío, es
alegre y bullicioso; quien más, quien menos, deja algo de dinero suelto
procurando que no suene al caer; algunos se detienen un momento a escuchar y hacen corro, entonces
él se crece y toca con más garra, se ensimisma, se ilusiona con su
interpretación por soleá y consigue encandilar al gentío que aplaude y envía a
los peques para que dejen sus monedas en el fondo del estuche.
Seguramente
viene del Sur, a regalarnos con su música flamenca, con la misma que se
inspiraron Falla, Granados y Albéniz, viene a poner un poquito de calor en la fría noche burgalesa, pero la noche le
vuelve la espalda y se disfraza de autoridad, se viste de policía local con sus
botas de cuero negro, su impermeable azul y su gorra de plato; se ha puesto
también, un correaje y una pistola al costado derecho para interrumpir al
mendigo y desalojarlo de la vía pública como si de un maleante se tratara. El
músico, que es sabio, obedece y contesta al policía:
-Otra vez, no traigas la pistola para
hacer callar a mi guitarra.
Hoy en
Burgos, apenas si hemos visto el sol, una espesa niebla nos ha acompañado todo
el día y, finalmente, la noche nos ha traído una brisa congelada que se nos
mete hasta los mismísimos tuétanos.
En Amazón
libros: Paco Arana
No hay comentarios:
Publicar un comentario