viernes, 1 de mayo de 2015

CAPÍTULO III de La Verdadera Historia del Patillas





                       
                                    LA VERDADERA HISTORIA DEL PATILLAS
 
                                              CAPÍTULO    III


Viudo el tabernero y lleno de tristeza, sin ama de cría ni hermano de leche para su hijo, tuvo que apechar con la crianza a base de los  biberones que le administraba su padre allí mismo en la barra del bar;  tenía metido Baldomero a su niño en un cunacho de mimbre esperando la ayuda de las vecinas amigas que pudieran atender al pequeño en su ausencia. Haciendo de tripas corazón y cantando sus penas, continuó con su laúd y su cancionero para ambientar la taberna y seguir así aflojando pellejos.
Toda suerte de guitarristas y cantantes acudían a diario con su música y sus coplas, así cómo ilustres de las artes y las letras que también visitaban a menudo el ya famoso Bar Patillas: el glorioso poeta Manuel Machado al que, por circunstancias, le pilló en Burgos la guerra del treinta y seis y estuvo dos días detenido en el penal, para ser liberado después y vivir durante tres largos años su libertad condicionada y su vergonzoso exilio en la Pensión Filomena de la capital burgalesa donde, sin duda, redactaría panegíricos al dictador, también el orfebre burgalés Maese Calvo, que había pasado varios años encarcelado por su carácter anarquista y burgalés de contra, se salvó del paseíllo y de la fosa común de Estépar, por su condición de conservador y artífice del tesoro de La Catedral.
No tuvo la misma suerte el malogrado compositor y folclorista Antonio José que sucumbió en octubre de aquel fatídico año, víctima del odio, las envidias y las falsas denuncias que defenestraron el futuro de aquel músico excepcional  que no volvió jamás al ateneo musical del Bar Patillas.
Concurrían también el concertista de guitarra Regino Sainz de la Maza y los artistas plásticos Manero, Fortunato Julián y José Bernal, entre otros, y parece ser que en una reunión en que bebían músicos, poetas y pintores, José Bernal le hizo a don Manuel un retrato a mano alzada y se lo entregó con una dedicatoria; Manuel Machado, agradecido y generoso, correspondió al pintor con un brindis por soleá que arrancó de su cuadernillo de memorias y que decía textualmente:

                                        Considera compañero
                                        que en el mundo hay bueno y malo,
                                        pero más malo que bueno.

En esta copla de puño y letra del mayor de los Machado, flamenca por demás, guardaba el poeta la tristeza que le supuso su estancia en la que fuera capital de aquella nueva España que él tuvo que abrazar y encomiar bajo mandato del dictador, para salvar el pellejo, pues no hay cante por soleá que no tenga una lágrima contenida y oculta gritando por salir.


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