LA VERDADERA HISTORIA DEL PATILLAS
CAPÍTULO III
Viudo
el tabernero y lleno de tristeza, sin ama de cría ni hermano de leche para su
hijo, tuvo que apechar con la crianza a base de los biberones que le administraba su padre allí
mismo en la barra del bar; tenía metido
Baldomero a su niño en un cunacho de mimbre esperando la ayuda de las vecinas
amigas que pudieran atender al pequeño en su ausencia. Haciendo de tripas
corazón y cantando sus penas, continuó con su laúd y su cancionero para
ambientar la taberna y seguir así aflojando pellejos.
Toda
suerte de guitarristas y cantantes acudían a diario con su música y sus coplas,
así cómo ilustres de las artes y las letras que también visitaban a menudo el
ya famoso Bar Patillas: el glorioso poeta Manuel Machado al que, por
circunstancias, le pilló en Burgos la guerra del treinta y seis y estuvo dos
días detenido en el penal, para ser liberado después y vivir durante tres
largos años su libertad condicionada y su vergonzoso exilio en la Pensión
Filomena de la capital burgalesa donde, sin duda, redactaría panegíricos al
dictador, también el orfebre burgalés Maese Calvo, que había pasado varios años
encarcelado por su carácter anarquista y burgalés de contra, se salvó del
paseíllo y de la fosa común de Estépar, por su condición de conservador y artífice
del tesoro de La Catedral.
No
tuvo la misma suerte el malogrado compositor y folclorista Antonio José que
sucumbió en octubre de aquel fatídico año, víctima del odio, las envidias y las
falsas denuncias que defenestraron el futuro de aquel músico excepcional que no volvió jamás al ateneo musical del Bar
Patillas.
Concurrían
también el concertista de guitarra Regino Sainz de la Maza y los artistas
plásticos Manero, Fortunato Julián y José Bernal, entre otros, y parece ser que
en una reunión en que bebían músicos, poetas y pintores, José Bernal le hizo a
don Manuel un retrato a mano alzada y se lo entregó con una dedicatoria; Manuel
Machado, agradecido y generoso, correspondió al pintor con un brindis por soleá
que arrancó de su cuadernillo de memorias y que decía textualmente:
Considera compañero
que en el mundo hay bueno y malo,
pero más malo que bueno.
En
esta copla de puño y letra del mayor de los Machado, flamenca por demás,
guardaba el poeta la tristeza que le supuso su estancia en la que fuera capital
de aquella nueva España que él tuvo que abrazar y encomiar bajo mandato del
dictador, para salvar el pellejo, pues no hay cante por soleá que no tenga una
lágrima contenida y oculta gritando por salir.
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Paco Arana
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